21.
- Entonces... dices que las mujeres tenemos este terrible problema con nuestro sexo...
- Sí, Freud dice que es algo llamado: cariño fálico...
- Ohhh, me parece que lo que dices es muy asqueroso...
La habitación de Mario está llena de humo. Carolina y él tosen mucho mientras fuman de aquella pipa de metal. Encima de la mesa sigue aquel papel arrugado y manchado de THC amarillento, y ramitas y pepas del tamaño de una bolita pequeña de papel de fumar. Y todo huele a orégano o a pasto quemado, tomando en cuenta que el olor de la marihuana se mezcla con la del incienso. La pregunta que tienen que hacerse los papás de Mario es: ¿por qué alguien prendería incienso?
- Y ese Droguerto... es amigo tuyo...
- Claro.
- ¿Y ese chico, Cobra...?
- No, a él lo conocimos de la Victoria. Él nos vende.
- Un niño...
- Claro.
Carolina se ríe.
- ¿Sabes qué me parece tu teórica de las mujeres...?
- Mi teoría no. La de Freud.
- ¿Sabes qué me parece...?
- ¿Qué?
- Gay... es lo más gay que he escuchado en mi vida...
- Cállate. Estás drogada.
- Dime... ¿por qué tu amigo Droguerto... o... Freud se pondrían a pensar en algo llamado... CARIÑO FÁLICO...? Dios, apuesto a que lo que más te gustaría en tu vida es recibir un poco de ese, “cariño fálico”...
- Oh, no. Para eso están las mujeres. Yo ya tengo uno, ¿para qué querría otro?
- Ohhh... no sé, no lo sé...
Mario prende de nuevo la pipa. La música que suena de fondo es el DVD de Los Abuelos de la Nada. Pero la televisión está en una habitación aparte.
- Dime... Mario, ¿no te da miedo que tus padres te encuentren?
- ¿Que me encuentren... cómo que me encuentren? ¿Que me encuentre cómo?
- Así, en esta “situación”...
- Te estás haciendo la drogada, ¿no?
- ¿Qué pasaría?
- No sé -Mario se pone de pie. Termina de fumar y le pasa la pipa, de la que todavía sale humo, y empieza a decir-. Te tomaría del brazo y te presentaría como mi novia. Fingiría seriedad y buena maneras, le diría que eres vegetariana, y así ellos pensarían que he sentado cabeza, que ahora tengo una chica bonita quien me puede cuidar. Incluso me darían dinero para publicar mi novela.
- ...y así dices que yo estoy drogada.
- En serio, Carolina, que ahora lleguen mis padres sería lo mejor del mundo.
Carolina asiente, dándole golpecitos a la pipa y absorbiendo.
- ¿Sabes? A veces me he puesto a pensar que me gustaría escribir cosas acerca de Droguerto, de Cobra. Estas situaciones, tú entiendes. Como estar aquí sentados, frente a mi ventana, mirando la ciudad... A veces me he puesto a pensar en que debería escribir un poco acerca de todo esto, ¿no te parece?
- ¿Escribirías algo sobre mí?
- La pregunta es: ¿quién compraría un libro así?
- ¿Tengo un personaje en tu novela?
Mario mira fijamente el rostro de Carolina. El póster de Bob Dylan está pegado justo detrás de ella y su cabello es negro, negrísimo.
- Claro, tienes un papel protagónico.
Luego, después de un rato.
- Nadie había escrito algo sobre mí, ¿sabes?
- Pues para esto estoy yo.
Carolina y Mario se dan un beso frente a su ventana.
- Ahora sí, en serio, tenemos que arreglar todo este desorden.
- Entonces... dices que las mujeres tenemos este terrible problema con nuestro sexo...
- Sí, Freud dice que es algo llamado: cariño fálico...
- Ohhh, me parece que lo que dices es muy asqueroso...
La habitación de Mario está llena de humo. Carolina y él tosen mucho mientras fuman de aquella pipa de metal. Encima de la mesa sigue aquel papel arrugado y manchado de THC amarillento, y ramitas y pepas del tamaño de una bolita pequeña de papel de fumar. Y todo huele a orégano o a pasto quemado, tomando en cuenta que el olor de la marihuana se mezcla con la del incienso. La pregunta que tienen que hacerse los papás de Mario es: ¿por qué alguien prendería incienso?
- Y ese Droguerto... es amigo tuyo...
- Claro.
- ¿Y ese chico, Cobra...?
- No, a él lo conocimos de la Victoria. Él nos vende.
- Un niño...
- Claro.
Carolina se ríe.
- ¿Sabes qué me parece tu teórica de las mujeres...?
- Mi teoría no. La de Freud.
- ¿Sabes qué me parece...?
- ¿Qué?
- Gay... es lo más gay que he escuchado en mi vida...
- Cállate. Estás drogada.
- Dime... ¿por qué tu amigo Droguerto... o... Freud se pondrían a pensar en algo llamado... CARIÑO FÁLICO...? Dios, apuesto a que lo que más te gustaría en tu vida es recibir un poco de ese, “cariño fálico”...
- Oh, no. Para eso están las mujeres. Yo ya tengo uno, ¿para qué querría otro?
- Ohhh... no sé, no lo sé...
Mario prende de nuevo la pipa. La música que suena de fondo es el DVD de Los Abuelos de la Nada. Pero la televisión está en una habitación aparte.
- Dime... Mario, ¿no te da miedo que tus padres te encuentren?
- ¿Que me encuentren... cómo que me encuentren? ¿Que me encuentre cómo?
- Así, en esta “situación”...
- Te estás haciendo la drogada, ¿no?
- ¿Qué pasaría?
- No sé -Mario se pone de pie. Termina de fumar y le pasa la pipa, de la que todavía sale humo, y empieza a decir-. Te tomaría del brazo y te presentaría como mi novia. Fingiría seriedad y buena maneras, le diría que eres vegetariana, y así ellos pensarían que he sentado cabeza, que ahora tengo una chica bonita quien me puede cuidar. Incluso me darían dinero para publicar mi novela.
- ...y así dices que yo estoy drogada.
- En serio, Carolina, que ahora lleguen mis padres sería lo mejor del mundo.
Carolina asiente, dándole golpecitos a la pipa y absorbiendo.
- ¿Sabes? A veces me he puesto a pensar que me gustaría escribir cosas acerca de Droguerto, de Cobra. Estas situaciones, tú entiendes. Como estar aquí sentados, frente a mi ventana, mirando la ciudad... A veces me he puesto a pensar en que debería escribir un poco acerca de todo esto, ¿no te parece?
- ¿Escribirías algo sobre mí?
- La pregunta es: ¿quién compraría un libro así?
- ¿Tengo un personaje en tu novela?
Mario mira fijamente el rostro de Carolina. El póster de Bob Dylan está pegado justo detrás de ella y su cabello es negro, negrísimo.
- Claro, tienes un papel protagónico.
Luego, después de un rato.
- Nadie había escrito algo sobre mí, ¿sabes?
- Pues para esto estoy yo.
Carolina y Mario se dan un beso frente a su ventana.
- Ahora sí, en serio, tenemos que arreglar todo este desorden.
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